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Escribir es como cocinar...siempre mezclando un poquito de aquí con un poquito de allá. Acá mezclamos un poquito de realidad (a veces mucha)y un poquito de ficción (poca)

martes, marzo 21, 2006

Sueños

Anoche soñé que me moría. Bueno, fue más terrible que eso, soñé que tenía una enfermedad terminal y que debía empezar a despedirme de todos a quienes quiero en la vida. En un principio dudé si contárselo a todos, lo que más tenía claro era que no quería la lástima de nadie, que no quería hacer sentir incómodo a nadie, ni menos escuchar palabras por compromiso, pero después pensé que los haría sentir peor y que todos aquellos a quienes no había querido contarles para no inspirar pena, “me odiarían”.

En mi sueño, le mandé un mail a cada uno. A unos les decía lo mucho que los quería, que perdonaran mi estupidez de nunca habérselos dicho cuando estaba bien, pero que era mi forma de ser. Que no se preocuparan por mi, que no quería que lloraran, ni menos que me prestaran más atención de la que siempre habían prestado. No quería juntaciones extras ni salidas en la semana que nunca habían existido. A mis amigas más cercanas, les decía que viajáramos, que no me quería morir sin conocer Europa, pero que no quería caras largas, que este sería el mejor viaje de nuestras vidas y que teníamos que aprovechar de hacerlo ahora mientras mi físico aún me lo permitía. A él le decía que no llorara, y que por favor no me contestara el mail, que si no lo había hecho mientras estaba sana, que por ningún motivo quería su lástima, que sabía todo lo que me quería, que yo sentía lo mismo, pero que la lástima era el peor enemigo de los enfermos terminales.

Fue Horrible, desperté llorando a mares, con el corazón apretado y con un dolor de garganta gigantesco. Me quedé pensando que nunca le digo a nadie cuanto lo quiero, que claro, lo demuestro como puedo pero a veces las palabras si son necesarias. Lo malo es que no soy así, no me sale natural andarle diciendo a la gente cuanto la quiero, pero alomejor cambio...tampoco tiene nada de malo ser como soy...creo. Lo único que espero es que nunca sea necesario una maldita enfermedad para empezar a hablar.

miércoles, marzo 15, 2006

Será el destino el que me anda haciendo sancadillas o
simplemente soy yo la torpe
que me ando tropenzando en todas partes???

viernes, marzo 03, 2006

Visita al cementerio

Hace mucho tiempo que no iba al cementerio, no me gusta mucho, como que me pongo media tristona, pero bueno, me convencí de que era hora de hacerlo y partí el viaje. De repente ahí estaba yo, en Playa Ancha, último cerro de Valparaíso.

El olor al agua estancada y flores podridas me anunciaron de a poco la cercanía al lugar. A pocos metros se divisaba la pequeña góndola ubicada a un costado de la entrada, Fue divertido que mientras me acercaba, una decena de comerciantes me tentaba con los precios de sus flores, el que incluía un tarro para el agua: me decidí por uno claveles matizados y un ramo de esas florcitas blancas bien chiquititas, además de una gran flor blanca y otra roja más chica. Con todo el equipamiento a cuestas, me dirigí en busca de mis familiares, no sin antes pasar a ver a una gran mujer que quise mucho y que siempre me acompaña... bueno más que a mi, a su hijo. Ahí dejé mis dos últimas adquisiciones.

Después de hablar un rato con ella (no sé de dónde sale esa costumbre de hablar en las sepulturas, pero bueno, la tengo y la verdad….me gusta y me sirve), seguí con mi pausada caminata, y casi como una tradición, me dediqué a buscar la fecha más antigua y el nombre más raro, al parecer Petronila, Estanislao y Clodomiro, estuvieron tan de moda como las Carolinas, Diegos y Matías de hoy.

Mientras caminaba, pensaba en lo triste que son los cementerios, específicamente los de “cemento”. Se ven fríos, oscuros, cochinos. Es que la verdad, nunca me han gustado, como que me angustian. Bueno, sin darme cuenta ya estaba muy alejada de mi destino, estaba en lo más alto del lugar (siempre que ando media tristona me da por caminar y no me doy cuenta de todo lo que avanzo). Donde me encuentro, no hay nada parecido a las lindas y hasta pretenciosas palmeras que adornan las calles de abajo o al cuartel alemán, en su lugar hay un extenso pedazo de tierra con sepulturas que con suerte tienen las delimitaciones claras y si no tienes cuidado, puedes caminar largo rato por encima de ellas. Eso si, con una envidiable vista al mar…aunque a esas alturas no sé si sirva de mucho.

El molestoso e implacable viento que caracteriza a Playa Ancha, me obliga a tomarme el pelo y admirar nuevamente la privilegiada vista que tengo, la misma que seguramente hace pensar más de la cuenta y juega con el dolor de algunas personas que en este momento visitan a sus seres queridos. Me llama mucho la atención el crecido pasto y las frágiles cruces de madera…me impacta mucho esa realidad, me causa una profunda sensación de abandono. Bueno, por lo menos, ya sé por qué no me gustan los cementerios.